Nacimos en una era que nos invita a disfrazar carencias en lugar de activar nuestras virtudes. Todo lo que vivimos ya ha existido, e incluso nos cansó, pero cambiamos su nombre para hacerlo interesante nuevamente. Los ciclos de consumo se han vuelto cada vez más cortos, masivos y prefabricados.

Nuestra definición de éxito está arruinada porque se enfoca en la adquisición de bienes por sobre la autorrealización. Bienes que al mismo tiempo alimentan la propaganda necesaria para alimentar al sistema que te está quitando la vida.

Invertir en experiencias, buscar más likes, escaparte de viaje, mudarte de barrio, get ready with somebody, cambiar el teléfono, suscribirte al nuevo streaming, comprar tu auto, cambiarlo, registrarte aquí, conseguir este curso, salta ese anuncio. En la historia de la humanidad jamás tuvimos lo que fuese a 2 clicks de distancia, pero al mismo tiempo jamás estuvimos tan sobre estimulados, ansiosos, depresivos o aburridos.

Quizás es porque nunca fue eso lo que necesitábamos.

En medio del ruido y la estática, descubrimos cómo es que grita el silencio. Experimentamos el poder magnético de hablar a través de hechos, acciones, gestos y detalles. Conectamos con la abundancia que atrae hacer algo porque simplemente lo amas, y su capacidad para conectar con humanos que vibrarán con los mismos detalles que tu.

Nos encanta ayudar a las personas a encontrarse a sí mismas, porque nos permite identificar y celebrar el dolor y la capacidad del dolor para empujarnos a empatizar, para inspirarnos a crear, transformar, y construir entre tod@s un futuro en el que justo eso que nos incomoda, simplemente ya no existe. Un futuro en el que lo que nos define, será simplemente aquello que amamos hacer.

En real hacemos realidad el mundo que queremos.