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Quién escribe esta sh*t
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EPISODIO: 0-C
LECTURA 6 MINUTOS
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Me llamo Francisco Ávila. Nací el año 1987 en Linares, así que mientras escribo estas líneas tengo 38 años y una cantidad considerable de “panas” que me recuerdan el hecho de tener casi el doble de años que tenía cuando creamos POUSTA.
POUSTA fue una pascualina colectiva que armamos con un grupo de amigos, porque se nos hacía imperante abrirle la cabeza a nuestros pares, mostrarles que hay algo más allá de lo que hoy en día conocían. Música, arte, diseño, cultura creativa en general. Era la época en que Fotolog moría y Facebook recién llegaba a Chile.
Paralelo a eso, trabajé en una de las primeras agencias digitales de Chile junto a Nico y Camilo, lugar donde nos encargábamos de cumplir los sueños tecnológicos de los founders que conocíamos a través de Webprendedor.
Desde entonces, mi vida profesional ha sido diseñar productos digitales y ayudar al escalamiento de negocios tecnológicos, con todo lo que hay entre medio. Un hito fue Cranberry Chic, a los 23, una red social de moda que levantamos en Chile, con el apoyo de CORFO ayudando a crear a las primeras influencers de Chile.
(No nos odies, era trabajo honesto)
El 2019 armé REAL es TODO, mi propia consultora creativa, donde he tenido la posibilidad de participar en la incubación y diseño de más de 100 marcas hasta ahora. Cien formas distintas de entender que el 90 % de los negocios fracasan porque la gente se obsesiona con parecer exitosa en vez de resolver problemas de verdad. Por eso surge este proyecto.
Quién me creo para escribir esto
Cuando era un potrillo, si tú me hubieses recomendado leer un “dizque libro” que se llame guía de todo, creo lo primero que necesitaría para prestarle atención a algo, es que lo haya escrito un PHD en algo, o un ser humano que haya dedicado toda su vida a la investigación.
Por suerte ya no soy esa persona.
La razón por la que escribiré de todo esto, es porque mis propios intereses personales me llevaron –desde los 12 concha-de-su-madre– por un camino en el que todo lo que mencionaré, son cosas que viví, investigué, experimenté, e incluso en muchos casos, "ya superé".
No existiría guía de todo si no me hubiese obsesionado desde niño con la astronomía, la tecnología, los colores, las personas.
Aun así, más importante que sentarme a hablar de lo que me pasa, o haya pasado —igual que el 99.9% de la gente que "genera contenido" hoy en día— es el hecho de que soy n3ur0diverg3nte.
(Lo pongo “encriptado”, porque es un pésimo nombre; si todos somos neurodivergentes, divergencia no es. En fin)
¿Qué significa esto en la práctica? Que mi cerebro está en **modo contreras 24/7. Es como tener un abogado del diablo interno que cuestiona absolutamente todo, y estará en conflicto constantemente si algo "no es para ti". Rigidez cognitiva se llama esto, y como la describe Temple Grandin, es una característica bien documentada en personas neurodivergentes.
Lo curioso es que esta misma rigidez que me hace insoportable en contextos sociales, resulta ser una ventaja en un mundo donde la presión grupal puede conducir a muy malas decisiones. En estudios al respecto, las personas "neurotípicas" demuestran que la mayoría sí modifica sus juicios para alinearse con el grupo cuando se trata de situaciones sociales. A los neurodivergentes no se nos da tan fácil ceder. El cerebro, el sistema simpático e incluso endocrino, se enojan si uno no está alineado.
Ni las mentiras pequeñas se me nos dan muy bien, entonces imagina el resto.
A diferencia de los coachs de Instagram que te venden la neurodivergencia como si fueses un ser de luz, la realidad es una mierda porque igual eres naturalmente insoportable. Siempre la cagarás cuando se trate de personas. PERO (y este es "un pero" importante), se convierte en una bendición cuando finalmente te encuentras contigo mismo.
Ese encuentro sucede cuando maduras, y dejas de intentar “ser más normal”. Cuando abrazas que tu cerebro funciona distinto y dejas de forzarlo a entrar en moldes que no son para ti. A mí, por pura suerte, ese momento me llegó a los 19.
Este proceso de autoconocimiento está bien documentado en investigaciones como algo multidimensional que duele como la chucha. Es como sacarte una muela sin anestesia, pero en el alma.
Veinte años después, puedo mirar hacia atrás y darme cuenta de que tengo todos los recursos necesarios para poder compilar —en mi propio estilo personal— toda esta basura.
Y eso qué tiene que ver, Marta
Aquí viene la paradoja que me tiene cagado: si a mí, que literalmente estoy hecho para decir que no, me cuesta decir que no... ¿Qué diablos está pasando con el resto de la gente?
Los experimentos sobre conformidad social muestran que el 75 % de las personas se conforman con el grupo al menos una vez, incluso cuando la respuesta es obviamente incorrecta. En el mundo real, donde las presiones son más sutiles, este porcentaje obviamente es mayor.
Cualquier proceso de transformación empieza con un detox**. Y todo detox empieza diciendo NO. No a las weás tóxicas, no a las relaciones que te drenan, no a los trabajos de mierda, no a la comida que te inflama, no a los gurús de Instagram.
Es una etapa desagradable, porque si estabas en el entorno incorrecto podrías sentir mucha soledad. Pero esos NO son necesarios. Son el precio de entrada para hackear esta shit.
Si a mí, con mi cerebro contreras incorporado de fábrica, me costó decir que no... ¿Cómo puede irle al resto? ¿Cómo hace la gente normal para plantarse frente a un sistema diseñado para que digas que sí a todo? ¿Cómo lo hacen las personas que tienen relaciones de apego más fuertes?
Esta guía de TODO existe para acompañarte en ese proceso. Para que, cuando cruces ese umbral de los no, tengas claridad de que del otro lado se crea espacio, y es uno que ocuparán los nuevos sí que necesitas.
Sí, a cuidar tu biología. Sí, a relaciones que suman. Sí, a trabajos que no devoran tu vida. Sí, a una vida que no necesita filtros ni encuadres complejos para verse bien.
Es como sacar todo el fast fashion barato de un closet reventado, y llenar poco a poco ese espacio con joyas que nunca pasarán de moda y te durarán toda la vida.
Tu lado raro, divergente, no promedio, es donde están las claves para sobrevivir a esta película distópica. No porque seamos especiales, sino porque nuestro cableado nos hace inmunes a algunas de las trampas más peligrosas del Antropoceno.
Me llamo Francisco Ávila. Nací el año 1987 en Linares, así que mientras escribo estas líneas tengo 38 años y una cantidad considerable de “panas” que me recuerdan el hecho de tener casi el doble de años que tenía cuando creamos POUSTA.
POUSTA fue una pascualina colectiva que armamos con un grupo de amigos, porque se nos hacía imperante abrirle la cabeza a nuestros pares, mostrarles que hay algo más allá de lo que hoy en día conocían. Música, arte, diseño, cultura creativa en general. Era la época en que Fotolog moría y Facebook recién llegaba a Chile.
Paralelo a eso, trabajé en una de las primeras agencias digitales de Chile junto a Nico y Camilo, lugar donde nos encargábamos de cumplir los sueños tecnológicos de los founders que conocíamos a través de Webprendedor.
Desde entonces, mi vida profesional ha sido diseñar productos digitales y ayudar al escalamiento de negocios tecnológicos, con todo lo que hay entre medio. Un hito fue Cranberry Chic, a los 23, una red social de moda que levantamos en Chile, con el apoyo de CORFO ayudando a crear a las primeras influencers de Chile.
(No nos odies, era trabajo honesto)
El 2019 armé REAL es TODO, mi propia consultora creativa, donde he tenido la posibilidad de participar en la incubación y diseño de más de 100 marcas hasta ahora. Cien formas distintas de entender que el 90 % de los negocios fracasan porque la gente se obsesiona con parecer exitosa en vez de resolver problemas de verdad. Por eso surge este proyecto.
Quién me creo para escribir esto
Cuando era un potrillo, si tú me hubieses recomendado leer un “dizque libro” que se llame guía de todo, creo lo primero que necesitaría para prestarle atención a algo, es que lo haya escrito un PHD en algo, o un ser humano que haya dedicado toda su vida a la investigación.
Por suerte ya no soy esa persona.
La razón por la que escribiré de todo esto, es porque mis propios intereses personales me llevaron –desde los 12 concha-de-su-madre– por un camino en el que todo lo que mencionaré, son cosas que viví, investigué, experimenté, e incluso en muchos casos, "ya superé".
No existiría guía de todo si no me hubiese obsesionado desde niño con la astronomía, la tecnología, los colores, las personas.
Aun así, más importante que sentarme a hablar de lo que me pasa, o haya pasado —igual que el 99.9% de la gente que "genera contenido" hoy en día— es el hecho de que soy n3ur0diverg3nte.
(Lo pongo “encriptado”, porque es un pésimo nombre; si todos somos neurodivergentes, divergencia no es. En fin)
¿Qué significa esto en la práctica? Que mi cerebro está en **modo contreras 24/7. Es como tener un abogado del diablo interno que cuestiona absolutamente todo, y estará en conflicto constantemente si algo "no es para ti". Rigidez cognitiva se llama esto, y como la describe Temple Grandin, es una característica bien documentada en personas neurodivergentes.
Lo curioso es que esta misma rigidez que me hace insoportable en contextos sociales, resulta ser una ventaja en un mundo donde la presión grupal puede conducir a muy malas decisiones. En estudios al respecto, las personas "neurotípicas" demuestran que la mayoría sí modifica sus juicios para alinearse con el grupo cuando se trata de situaciones sociales. A los neurodivergentes no se nos da tan fácil ceder. El cerebro, el sistema simpático e incluso endocrino, se enojan si uno no está alineado.
Ni las mentiras pequeñas se me nos dan muy bien, entonces imagina el resto.
A diferencia de los coachs de Instagram que te venden la neurodivergencia como si fueses un ser de luz, la realidad es una mierda porque igual eres naturalmente insoportable. Siempre la cagarás cuando se trate de personas. PERO (y este es "un pero" importante), se convierte en una bendición cuando finalmente te encuentras contigo mismo.
Ese encuentro sucede cuando maduras, y dejas de intentar “ser más normal”. Cuando abrazas que tu cerebro funciona distinto y dejas de forzarlo a entrar en moldes que no son para ti. A mí, por pura suerte, ese momento me llegó a los 19.
Este proceso de autoconocimiento está bien documentado en investigaciones como algo multidimensional que duele como la chucha. Es como sacarte una muela sin anestesia, pero en el alma.
Veinte años después, puedo mirar hacia atrás y darme cuenta de que tengo todos los recursos necesarios para poder compilar —en mi propio estilo personal— toda esta basura.
Y eso qué tiene que ver, Marta
Aquí viene la paradoja que me tiene cagado: si a mí, que literalmente estoy hecho para decir que no, me cuesta decir que no... ¿Qué diablos está pasando con el resto de la gente?
Los experimentos sobre conformidad social muestran que el 75 % de las personas se conforman con el grupo al menos una vez, incluso cuando la respuesta es obviamente incorrecta. En el mundo real, donde las presiones son más sutiles, este porcentaje obviamente es mayor.
Cualquier proceso de transformación empieza con un detox**. Y todo detox empieza diciendo NO. No a las weás tóxicas, no a las relaciones que te drenan, no a los trabajos de mierda, no a la comida que te inflama, no a los gurús de Instagram.
Es una etapa desagradable, porque si estabas en el entorno incorrecto podrías sentir mucha soledad. Pero esos NO son necesarios. Son el precio de entrada para hackear esta shit.
Si a mí, con mi cerebro contreras incorporado de fábrica, me costó decir que no... ¿Cómo puede irle al resto? ¿Cómo hace la gente normal para plantarse frente a un sistema diseñado para que digas que sí a todo? ¿Cómo lo hacen las personas que tienen relaciones de apego más fuertes?
Esta guía de TODO existe para acompañarte en ese proceso. Para que, cuando cruces ese umbral de los no, tengas claridad de que del otro lado se crea espacio, y es uno que ocuparán los nuevos sí que necesitas.
Sí, a cuidar tu biología. Sí, a relaciones que suman. Sí, a trabajos que no devoran tu vida. Sí, a una vida que no necesita filtros ni encuadres complejos para verse bien.
Es como sacar todo el fast fashion barato de un closet reventado, y llenar poco a poco ese espacio con joyas que nunca pasarán de moda y te durarán toda la vida.
Tu lado raro, divergente, no promedio, es donde están las claves para sobrevivir a esta película distópica. No porque seamos especiales, sino porque nuestro cableado nos hace inmunes a algunas de las trampas más peligrosas del Antropoceno.
Me llamo Francisco Ávila. Nací el año 1987 en Linares, así que mientras escribo estas líneas tengo 38 años y una cantidad considerable de “panas” que me recuerdan el hecho de tener casi el doble de años que tenía cuando creamos POUSTA.
POUSTA fue una pascualina colectiva que armamos con un grupo de amigos, porque se nos hacía imperante abrirle la cabeza a nuestros pares, mostrarles que hay algo más allá de lo que hoy en día conocían. Música, arte, diseño, cultura creativa en general. Era la época en que Fotolog moría y Facebook recién llegaba a Chile.
Paralelo a eso, trabajé en una de las primeras agencias digitales de Chile junto a Nico y Camilo, lugar donde nos encargábamos de cumplir los sueños tecnológicos de los founders que conocíamos a través de Webprendedor.
Desde entonces, mi vida profesional ha sido diseñar productos digitales y ayudar al escalamiento de negocios tecnológicos, con todo lo que hay entre medio. Un hito fue Cranberry Chic, a los 23, una red social de moda que levantamos en Chile, con el apoyo de CORFO ayudando a crear a las primeras influencers de Chile.
(No nos odies, era trabajo honesto)
El 2019 armé REAL es TODO, mi propia consultora creativa, donde he tenido la posibilidad de participar en la incubación y diseño de más de 100 marcas hasta ahora. Cien formas distintas de entender que el 90 % de los negocios fracasan porque la gente se obsesiona con parecer exitosa en vez de resolver problemas de verdad. Por eso surge este proyecto.
Quién me creo para escribir esto
Cuando era un potrillo, si tú me hubieses recomendado leer un “dizque libro” que se llame guía de todo, creo lo primero que necesitaría para prestarle atención a algo, es que lo haya escrito un PHD en algo, o un ser humano que haya dedicado toda su vida a la investigación.
Por suerte ya no soy esa persona.
La razón por la que escribiré de todo esto, es porque mis propios intereses personales me llevaron –desde los 12 concha-de-su-madre– por un camino en el que todo lo que mencionaré, son cosas que viví, investigué, experimenté, e incluso en muchos casos, "ya superé".
No existiría guía de todo si no me hubiese obsesionado desde niño con la astronomía, la tecnología, los colores, las personas.
Aun así, más importante que sentarme a hablar de lo que me pasa, o haya pasado —igual que el 99.9% de la gente que "genera contenido" hoy en día— es el hecho de que soy n3ur0diverg3nte.
(Lo pongo “encriptado”, porque es un pésimo nombre; si todos somos neurodivergentes, divergencia no es. En fin)
¿Qué significa esto en la práctica? Que mi cerebro está en **modo contreras 24/7. Es como tener un abogado del diablo interno que cuestiona absolutamente todo, y estará en conflicto constantemente si algo "no es para ti". Rigidez cognitiva se llama esto, y como la describe Temple Grandin, es una característica bien documentada en personas neurodivergentes.
Lo curioso es que esta misma rigidez que me hace insoportable en contextos sociales, resulta ser una ventaja en un mundo donde la presión grupal puede conducir a muy malas decisiones. En estudios al respecto, las personas "neurotípicas" demuestran que la mayoría sí modifica sus juicios para alinearse con el grupo cuando se trata de situaciones sociales. A los neurodivergentes no se nos da tan fácil ceder. El cerebro, el sistema simpático e incluso endocrino, se enojan si uno no está alineado.
Ni las mentiras pequeñas se me nos dan muy bien, entonces imagina el resto.
A diferencia de los coachs de Instagram que te venden la neurodivergencia como si fueses un ser de luz, la realidad es una mierda porque igual eres naturalmente insoportable. Siempre la cagarás cuando se trate de personas. PERO (y este es "un pero" importante), se convierte en una bendición cuando finalmente te encuentras contigo mismo.
Ese encuentro sucede cuando maduras, y dejas de intentar “ser más normal”. Cuando abrazas que tu cerebro funciona distinto y dejas de forzarlo a entrar en moldes que no son para ti. A mí, por pura suerte, ese momento me llegó a los 19.
Este proceso de autoconocimiento está bien documentado en investigaciones como algo multidimensional que duele como la chucha. Es como sacarte una muela sin anestesia, pero en el alma.
Veinte años después, puedo mirar hacia atrás y darme cuenta de que tengo todos los recursos necesarios para poder compilar —en mi propio estilo personal— toda esta basura.
Y eso qué tiene que ver, Marta
Aquí viene la paradoja que me tiene cagado: si a mí, que literalmente estoy hecho para decir que no, me cuesta decir que no... ¿Qué diablos está pasando con el resto de la gente?
Los experimentos sobre conformidad social muestran que el 75 % de las personas se conforman con el grupo al menos una vez, incluso cuando la respuesta es obviamente incorrecta. En el mundo real, donde las presiones son más sutiles, este porcentaje obviamente es mayor.
Cualquier proceso de transformación empieza con un detox**. Y todo detox empieza diciendo NO. No a las weás tóxicas, no a las relaciones que te drenan, no a los trabajos de mierda, no a la comida que te inflama, no a los gurús de Instagram.
Es una etapa desagradable, porque si estabas en el entorno incorrecto podrías sentir mucha soledad. Pero esos NO son necesarios. Son el precio de entrada para hackear esta shit.
Si a mí, con mi cerebro contreras incorporado de fábrica, me costó decir que no... ¿Cómo puede irle al resto? ¿Cómo hace la gente normal para plantarse frente a un sistema diseñado para que digas que sí a todo? ¿Cómo lo hacen las personas que tienen relaciones de apego más fuertes?
Esta guía de TODO existe para acompañarte en ese proceso. Para que, cuando cruces ese umbral de los no, tengas claridad de que del otro lado se crea espacio, y es uno que ocuparán los nuevos sí que necesitas.
Sí, a cuidar tu biología. Sí, a relaciones que suman. Sí, a trabajos que no devoran tu vida. Sí, a una vida que no necesita filtros ni encuadres complejos para verse bien.
Es como sacar todo el fast fashion barato de un closet reventado, y llenar poco a poco ese espacio con joyas que nunca pasarán de moda y te durarán toda la vida.
Tu lado raro, divergente, no promedio, es donde están las claves para sobrevivir a esta película distópica. No porque seamos especiales, sino porque nuestro cableado nos hace inmunes a algunas de las trampas más peligrosas del Antropoceno.
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Así luce perderse a sí mism@
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