Me llamo Francisco Ávila. Nací el 87 en Linares. Estudié una pseudo carrera súper inventada llamada Comunicación Multimedia en una extinta pseudo universidad que se llamaba así como algo de un “Pub” y algo del océano Pacífico. ¿Alguien ubica?

A nerd has born

Como buen universitario first gen, uno imaginaba que estudiar en la universidad, sería tener grandes conversaciones sobre la creatividad, el arte o la tecnología, cuando la verdadera conversación va sobre coordinación de asados, arreglar trabajos a última hora, o reclamar por decimonovena vez al director de carrera porque las estufas no funcionan.

Después de estudiar con CAE, y cruzar a las 6 am todo Santiago, desde Quilicura, hasta Estoril, en un sistema de transporte público recién estrenado, y prácticamente “en rodaje” llamado Transantiago, tú no quieres seguir recagándote de frío.

Toda esa ruta de penurias, a esa edad, a esa hora, no dolerían tanto, si no fuese porque luego llegas a clases, y surprise motherfucker, el man que se supone va a enseñar algo, ES EL MISMO QUE PRÁCTICAMENTE VENDE WEED en el estacionamiento. ¿Para eso te levantas de madrugada y cruzas toda la ciudad?

Yo que creo que ahora a la distancia, pienso en la universidad y me da risa, pero igual podría haber sido dramático si uno se lo toma en serio. Esa carrera era al final una excusa par seguir con mi hobbie favorito: ese estar pegado al puto computador, hipnotizado por sus colores, íconos o tipografías.

El verdadero golpe de realidad, al estar en una universidad con un montón de “gente que tuvo más oportunidades que tú”, es cuando veías daba lo mismo tu origen, la gente de nuestra edad tenía como idea mental, que pasarlo bien era ir a kamikaze, la ropa de fes era taquilla, o Daniela Aranguiz era cuica.

(No broma, nunca nadie ha pensado que Daniela Aranguiz es cuica)

Matadísimo. Claramente el problema era “estructural”.

¿Cómo hacemos para que la gente de nuestra edad deje de consumir weás tan malas?

De esa pregunta, más el poder de un grupo de amigos –que tampoco nunca encajaron– pero unidos por el emotional pop punk, eran los ingredientes necesarios para un proyecto que nos saque a todos de la rutina:

  • Primero, inventemos una palabra para generar una idea mental de algo que todavía no conocen o existe.

  • Segundo, construyamos una plataforma a la medida que nos permita entender y mapear a la perfección a nuestra audiencia.

  • Tercero, coronemos todo con un modelo de negocios que nos permita generar un puente entre lo obsoleto que una marca quiere comunicar, y lo que nuestra audiencia necesita o desea consumir.

Así se nos ocurrió y nació pousta.com, un diario de vida colectivo sobre música, tecnología, arte, diseño, moda, sociedad, TV, cultura y hasta deportes. A lo largo de 10 años, ese blog, terminó convirtiendo en un medio de comunicación hecho y derecho. Mismo que, según nuestros “insiders”, en estudios de medios y mercado, constantemente les salía como el más creíble, cercano o relevante cuando le preguntaban a un millenial con iPhone a quién le cree más.

Tener tu propia empresa, un equipo increíble, que te paguen por conocer o entrevistar a tus ídolos, tener que ir a festivales, eventos privados, viajes, porque ese es tu trabajo, es como algo soñado, ¿Cierto?

Porque en mi caso, todo esto que describo, es cómo se resumía la era más oscura de mi vida.


What do you want?

No he contado hasta ahora, pero en paralelo a todo esto, y desde la universidad, trabajaba yo en una de las primeras agencias digitales de Chile. Allí, junto a Nico y Camilo, nos encargábamos de cumplir los sueños tecnológicos de los emprendedores que conocíamos a través de Webprendedor.

Nico en desarrollo, yo en diseño de producto, y Camilo en marketing.

Desde que tenía 21, llegaba gente y nos decía “quiero un clon de Facebook”, y nosotros le hacíamos su clon de Facebook, sin que parezca de Temu y en un tiempo razonable.

Una vez se nos ocurrió crear un monstruo digital para apoyar una campaña de Pepsi Durante el Festival de Viña. Cada noche, durante 3-4 horas, procesábamos cerca de 2 millones de pageviews por noche sin siquiera arrugarnos. ¿Ahora? Una fila para comprar entradas si entran más de 10 mil personas. Otro hito fue, por ejemplo, Cranberry Chic, una empresa de la que fui co-founder a los 23, junto con Jose, Antonia, Pilar y más tarde Emi. Cranberry era una red social de moda que levantamos en Chile, con el apoyo de CORFO, ayudando a crear a las primeras influencers de Chile. (No nos odies, era trabajo honesto)

Digo que Pousta fue una era oscura, no porque pobrecito, ay que dura mi vida. Fue una era oscura, porque hoy en día considero que cada segundo que pasas haciendo algo que no está alineado con lo que más profundamente quieres y deseas, es un minuto perdido, porque no es una decisión tomada por ti mismo.

Durante muchos años, mi conexión con la tecnología fue un espacio al que le destinaba un 10, máximo 20% de mi tiempo.

Diseñar interfaces, apps, prototipos, sitios web o una que otra marca. Todo eso siempre estuvo ahí, pero en segundo plano, escondido, cuando la realidad es que ese tiempo minúsculo invertido en eso, era el que verdaderamente pagaba mi vida.

La era de POUSTA es oscura porque todo lo que entendía o creía acerca del concepto “lifestyle”, “moda”, “arte”, etc, se me desmoronó. Es que es todo una pobreza amiguitos, es tan triste.

Es que todo, hasta la marca más apoteósica que imagines, yo lamento decirte, amig@, todo es pura pura pobreza (y explotación de gente sin experiencia).

Después de mucha decepción humana, de fiestas y su consiguiente resaca, mucho festival/feria/evento en el que no ha pasado ni 20 minutos y ya sientes que quieres estar en tu casa, me sentía como atrapado entre medio de puras cosas y asuntos que francamente, no podían importante menos.

La montaña rusa de emociones en aquel entonces era heavy, pero entre medio de tantas ideas, creo que rescato lo único que tenía absolutamente claro: no quiero más mentiras, ni mentirosos.

No necesitaba vacaciones, un sueldo más alto, ni una casa más grande. Necesitaba “ahora mismo” un lugar donde pudiese hacer todo lo que quiero hacer, con las condiciones que lo quiero hacer, y de la forma que lo yo putamente lo quiero hacer.

De alguna forma, ese 10% de mi vida que se llamaba producto/diseño/tecnologías/comunicación, y que desde mi perspectiva personal siempre he visto y entendido como un todo, ahora tenían que serlo TODO, y tenían que estar alineados, en sincronía, unidos.

Desde ese momento en adelante, lo auténtico, la verdad, y la realidad, eran lo único a lo que si podía prestarle atención. Lo único que no se sentía como una pérdida de tiempo.

Quién me creo para escribir esto

Contando solo desde enero del 2019, he tenido la posibilidad de participar en la incubación y diseño de más de 100 marcas. Cien puntos de vista diferentes, cien formas de entender el mundo, pero todas unidas por algo: la necesidad imperiosa de resolver problemas de verdad. De dejar ese cliché de parecer exitoso y empezar a tocar e impactar genuinamente en las personas.

Cada proyecto fue un laboratorio. Un experimento para entender qué funciona cuando dejas de mentir, cuando abandonas el teatro del lifestyle y te dedicas a construir cosas que sirven.

Si de niño me hubieses dicho que escribiría una "guía de todo", me hubiese cagado de la risa. ¿La audacia de un weón creyendo que puede escribir sobre todo? Por suerte ya no soy ese pendex insoportable. O sí, pero con más kilometraje.

La verdad es que mis propios intereses me llevaron –desde los 12, por un camino donde todo lo que escribiré son cosas que viví, investigué, experimenté y en muchos casos, ya superé. La astronomía, la tecnología, la comunicación, las personas. Siempre necesité entender cómo funcionan las cosas, desarmarlas, volverlas a armar.

Pero hay algo más importante que mi biografía de nerd obsesivo. Soy n3ur0diverg3nte (lo pongo encriptado porque es un pésimo nombre; si todos somos neurodivergentes, divergencia no es).

¿Qué significa en la práctica? Mi cerebro está en modo contreras 24/7. Como tener un abogado del diablo interno que cuestiona absolutamente todo y estará en conflicto constantemente si algo "no es para ti". Rigidez cognitiva, como la describe Temple Grandin. Una característica bien documentada que te hace insoportable en contextos sociales pero que resulta ser tu salvavidas en un mundo donde la presión grupal conduce a pésimas decisiones.

Los estudios muestran que el 75% de las personas se conforman con el grupo al menos una vez, incluso cuando la respuesta es obviamente incorrecta. A los neurodivergentes no se nos da tan fácil ceder. El cerebro, el sistema simpático, incluso el endocrino, se enojan si uno no está alineado. Si incluso las mentiras pequeñas no se nos dan bien, puedes imaginarte el resto.

Este encuentro contigo mismo sucede cuando disque maduras y dejas de intentar ser "más normal". Cuando abrazas que tu cerebro funciona distinto y dejas de forzarlo a entrar en moldes ajenos. A mí, por pura suerte, ese momento me llegó a los 19 y luego a los 26, y a los 30, y a los 37, y quizás nunca deje de pasarme. Nuestra propia existencia está siempre reescribiéndose, y lo hace desde múltiples dimensiones.

Veinte años después, aquí está la paradoja que me hace tomar acción: si a mí, que literalmente estoy hecho para decir que no, me costó tanto decirlo... ¿A qué se enfrenta el resto?

Por eso existe esta guía. Porque cualquier proceso de transformación empieza con un detox. Y todo detox empieza diciendo NO. No a las weás tóxicas, no a las relaciones que drenan, no a los trabajos de mierda, no a la comida que te inflama, no a las personas que no valoran tu tiempo, no al doomscrolling inconsciente.

Es una etapa desagradable, ya que si estabas en el entorno incorrecto, la soledad puede ser brutal. Pero todo eso resulta un pequeño precio de entrada para hackear esta shit. Los no son necesarios para crear espacio. Como un detox de closet, donde pasas de pura ropa de fast fashion o que no tiene nada que ver con quién eres, y le das espacio a prendas atemporales, a referencias verdaderas de quién eres, o qué te gusta.

Y cuando haces ese detox a través de muchos NO, llegan los nuevos SÍ. Sí a cuidar tu organismo. Sí a relaciones que suman. Sí a trabajos que respetan tu vida. Sí a una existencia que no necesita filtros ni encuadres complejos para verse bien.

Estoy muy lejos de pensar que todos somos iguales, porque de hecho somos todo lo contrario, y es en tu parte “rara”, divergente, no estándar o no promedio, donde están las claves para sobrevivir a esta película distópica del Antropoceno. Un cableado diferente te hace inmune a algunas de las trampas más peligrosas del sistema. Esta guía existe para acompañarte en ese proceso, para que cuando cruces ese umbral de los NO, tengas claridad de lo que viene justo después, en realidad.



Me llamo Francisco Ávila. Nací el 87 en Linares. Estudié una pseudo carrera súper inventada llamada Comunicación Multimedia en una extinta pseudo universidad que se llamaba así como algo de un “Pub” y algo del océano Pacífico. ¿Alguien ubica?

A nerd has born

Como buen universitario first gen, uno imaginaba que estudiar en la universidad, sería tener grandes conversaciones sobre la creatividad, el arte o la tecnología, cuando la verdadera conversación va sobre coordinación de asados, arreglar trabajos a última hora, o reclamar por decimonovena vez al director de carrera porque las estufas no funcionan.

Después de estudiar con CAE, y cruzar a las 6 am todo Santiago, desde Quilicura, hasta Estoril, en un sistema de transporte público recién estrenado, y prácticamente “en rodaje” llamado Transantiago, tú no quieres seguir recagándote de frío.

Toda esa ruta de penurias, a esa edad, a esa hora, no dolerían tanto, si no fuese porque luego llegas a clases, y surprise motherfucker, el man que se supone va a enseñar algo, ES EL MISMO QUE PRÁCTICAMENTE VENDE WEED en el estacionamiento. ¿Para eso te levantas de madrugada y cruzas toda la ciudad?

Yo que creo que ahora a la distancia, pienso en la universidad y me da risa, pero igual podría haber sido dramático si uno se lo toma en serio. Esa carrera era al final una excusa par seguir con mi hobbie favorito: ese estar pegado al puto computador, hipnotizado por sus colores, íconos o tipografías.

El verdadero golpe de realidad, al estar en una universidad con un montón de “gente que tuvo más oportunidades que tú”, es cuando veías daba lo mismo tu origen, la gente de nuestra edad tenía como idea mental, que pasarlo bien era ir a kamikaze, la ropa de fes era taquilla, o Daniela Aranguiz era cuica.

(No broma, nunca nadie ha pensado que Daniela Aranguiz es cuica)

Matadísimo. Claramente el problema era “estructural”.

¿Cómo hacemos para que la gente de nuestra edad deje de consumir weás tan malas?

De esa pregunta, más el poder de un grupo de amigos –que tampoco nunca encajaron– pero unidos por el emotional pop punk, eran los ingredientes necesarios para un proyecto que nos saque a todos de la rutina:

  • Primero, inventemos una palabra para generar una idea mental de algo que todavía no conocen o existe.

  • Segundo, construyamos una plataforma a la medida que nos permita entender y mapear a la perfección a nuestra audiencia.

  • Tercero, coronemos todo con un modelo de negocios que nos permita generar un puente entre lo obsoleto que una marca quiere comunicar, y lo que nuestra audiencia necesita o desea consumir.

Así se nos ocurrió y nació pousta.com, un diario de vida colectivo sobre música, tecnología, arte, diseño, moda, sociedad, TV, cultura y hasta deportes. A lo largo de 10 años, ese blog, terminó convirtiendo en un medio de comunicación hecho y derecho. Mismo que, según nuestros “insiders”, en estudios de medios y mercado, constantemente les salía como el más creíble, cercano o relevante cuando le preguntaban a un millenial con iPhone a quién le cree más.

Tener tu propia empresa, un equipo increíble, que te paguen por conocer o entrevistar a tus ídolos, tener que ir a festivales, eventos privados, viajes, porque ese es tu trabajo, es como algo soñado, ¿Cierto?

Porque en mi caso, todo esto que describo, es cómo se resumía la era más oscura de mi vida.


What do you want?

No he contado hasta ahora, pero en paralelo a todo esto, y desde la universidad, trabajaba yo en una de las primeras agencias digitales de Chile. Allí, junto a Nico y Camilo, nos encargábamos de cumplir los sueños tecnológicos de los emprendedores que conocíamos a través de Webprendedor.

Nico en desarrollo, yo en diseño de producto, y Camilo en marketing.

Desde que tenía 21, llegaba gente y nos decía “quiero un clon de Facebook”, y nosotros le hacíamos su clon de Facebook, sin que parezca de Temu y en un tiempo razonable.

Una vez se nos ocurrió crear un monstruo digital para apoyar una campaña de Pepsi Durante el Festival de Viña. Cada noche, durante 3-4 horas, procesábamos cerca de 2 millones de pageviews por noche sin siquiera arrugarnos. ¿Ahora? Una fila para comprar entradas si entran más de 10 mil personas. Otro hito fue, por ejemplo, Cranberry Chic, una empresa de la que fui co-founder a los 23, junto con Jose, Antonia, Pilar y más tarde Emi. Cranberry era una red social de moda que levantamos en Chile, con el apoyo de CORFO, ayudando a crear a las primeras influencers de Chile. (No nos odies, era trabajo honesto)

Digo que Pousta fue una era oscura, no porque pobrecito, ay que dura mi vida. Fue una era oscura, porque hoy en día considero que cada segundo que pasas haciendo algo que no está alineado con lo que más profundamente quieres y deseas, es un minuto perdido, porque no es una decisión tomada por ti mismo.

Durante muchos años, mi conexión con la tecnología fue un espacio al que le destinaba un 10, máximo 20% de mi tiempo.

Diseñar interfaces, apps, prototipos, sitios web o una que otra marca. Todo eso siempre estuvo ahí, pero en segundo plano, escondido, cuando la realidad es que ese tiempo minúsculo invertido en eso, era el que verdaderamente pagaba mi vida.

La era de POUSTA es oscura porque todo lo que entendía o creía acerca del concepto “lifestyle”, “moda”, “arte”, etc, se me desmoronó. Es que es todo una pobreza amiguitos, es tan triste.

Es que todo, hasta la marca más apoteósica que imagines, yo lamento decirte, amig@, todo es pura pura pobreza (y explotación de gente sin experiencia).

Después de mucha decepción humana, de fiestas y su consiguiente resaca, mucho festival/feria/evento en el que no ha pasado ni 20 minutos y ya sientes que quieres estar en tu casa, me sentía como atrapado entre medio de puras cosas y asuntos que francamente, no podían importante menos.

La montaña rusa de emociones en aquel entonces era heavy, pero entre medio de tantas ideas, creo que rescato lo único que tenía absolutamente claro: no quiero más mentiras, ni mentirosos.

No necesitaba vacaciones, un sueldo más alto, ni una casa más grande. Necesitaba “ahora mismo” un lugar donde pudiese hacer todo lo que quiero hacer, con las condiciones que lo quiero hacer, y de la forma que lo yo putamente lo quiero hacer.

De alguna forma, ese 10% de mi vida que se llamaba producto/diseño/tecnologías/comunicación, y que desde mi perspectiva personal siempre he visto y entendido como un todo, ahora tenían que serlo TODO, y tenían que estar alineados, en sincronía, unidos.

Desde ese momento en adelante, lo auténtico, la verdad, y la realidad, eran lo único a lo que si podía prestarle atención. Lo único que no se sentía como una pérdida de tiempo.

Quién me creo para escribir esto

Contando solo desde enero del 2019, he tenido la posibilidad de participar en la incubación y diseño de más de 100 marcas. Cien puntos de vista diferentes, cien formas de entender el mundo, pero todas unidas por algo: la necesidad imperiosa de resolver problemas de verdad. De dejar ese cliché de parecer exitoso y empezar a tocar e impactar genuinamente en las personas.

Cada proyecto fue un laboratorio. Un experimento para entender qué funciona cuando dejas de mentir, cuando abandonas el teatro del lifestyle y te dedicas a construir cosas que sirven.

Si de niño me hubieses dicho que escribiría una "guía de todo", me hubiese cagado de la risa. ¿La audacia de un weón creyendo que puede escribir sobre todo? Por suerte ya no soy ese pendex insoportable. O sí, pero con más kilometraje.

La verdad es que mis propios intereses me llevaron –desde los 12, por un camino donde todo lo que escribiré son cosas que viví, investigué, experimenté y en muchos casos, ya superé. La astronomía, la tecnología, la comunicación, las personas. Siempre necesité entender cómo funcionan las cosas, desarmarlas, volverlas a armar.

Pero hay algo más importante que mi biografía de nerd obsesivo. Soy n3ur0diverg3nte (lo pongo encriptado porque es un pésimo nombre; si todos somos neurodivergentes, divergencia no es).

¿Qué significa en la práctica? Mi cerebro está en modo contreras 24/7. Como tener un abogado del diablo interno que cuestiona absolutamente todo y estará en conflicto constantemente si algo "no es para ti". Rigidez cognitiva, como la describe Temple Grandin. Una característica bien documentada que te hace insoportable en contextos sociales pero que resulta ser tu salvavidas en un mundo donde la presión grupal conduce a pésimas decisiones.

Los estudios muestran que el 75% de las personas se conforman con el grupo al menos una vez, incluso cuando la respuesta es obviamente incorrecta. A los neurodivergentes no se nos da tan fácil ceder. El cerebro, el sistema simpático, incluso el endocrino, se enojan si uno no está alineado. Si incluso las mentiras pequeñas no se nos dan bien, puedes imaginarte el resto.

Este encuentro contigo mismo sucede cuando disque maduras y dejas de intentar ser "más normal". Cuando abrazas que tu cerebro funciona distinto y dejas de forzarlo a entrar en moldes ajenos. A mí, por pura suerte, ese momento me llegó a los 19 y luego a los 26, y a los 30, y a los 37, y quizás nunca deje de pasarme. Nuestra propia existencia está siempre reescribiéndose, y lo hace desde múltiples dimensiones.

Veinte años después, aquí está la paradoja que me hace tomar acción: si a mí, que literalmente estoy hecho para decir que no, me costó tanto decirlo... ¿A qué se enfrenta el resto?

Por eso existe esta guía. Porque cualquier proceso de transformación empieza con un detox. Y todo detox empieza diciendo NO. No a las weás tóxicas, no a las relaciones que drenan, no a los trabajos de mierda, no a la comida que te inflama, no a las personas que no valoran tu tiempo, no al doomscrolling inconsciente.

Es una etapa desagradable, ya que si estabas en el entorno incorrecto, la soledad puede ser brutal. Pero todo eso resulta un pequeño precio de entrada para hackear esta shit. Los no son necesarios para crear espacio. Como un detox de closet, donde pasas de pura ropa de fast fashion o que no tiene nada que ver con quién eres, y le das espacio a prendas atemporales, a referencias verdaderas de quién eres, o qué te gusta.

Y cuando haces ese detox a través de muchos NO, llegan los nuevos SÍ. Sí a cuidar tu organismo. Sí a relaciones que suman. Sí a trabajos que respetan tu vida. Sí a una existencia que no necesita filtros ni encuadres complejos para verse bien.

Estoy muy lejos de pensar que todos somos iguales, porque de hecho somos todo lo contrario, y es en tu parte “rara”, divergente, no estándar o no promedio, donde están las claves para sobrevivir a esta película distópica del Antropoceno. Un cableado diferente te hace inmune a algunas de las trampas más peligrosas del sistema. Esta guía existe para acompañarte en ese proceso, para que cuando cruces ese umbral de los NO, tengas claridad de lo que viene justo después, en realidad.



Me llamo Francisco Ávila. Nací el 87 en Linares. Estudié una pseudo carrera súper inventada llamada Comunicación Multimedia en una extinta pseudo universidad que se llamaba así como algo de un “Pub” y algo del océano Pacífico. ¿Alguien ubica?

A nerd has born

Como buen universitario first gen, uno imaginaba que estudiar en la universidad, sería tener grandes conversaciones sobre la creatividad, el arte o la tecnología, cuando la verdadera conversación va sobre coordinación de asados, arreglar trabajos a última hora, o reclamar por decimonovena vez al director de carrera porque las estufas no funcionan.

Después de estudiar con CAE, y cruzar a las 6 am todo Santiago, desde Quilicura, hasta Estoril, en un sistema de transporte público recién estrenado, y prácticamente “en rodaje” llamado Transantiago, tú no quieres seguir recagándote de frío.

Toda esa ruta de penurias, a esa edad, a esa hora, no dolerían tanto, si no fuese porque luego llegas a clases, y surprise motherfucker, el man que se supone va a enseñar algo, ES EL MISMO QUE PRÁCTICAMENTE VENDE WEED en el estacionamiento. ¿Para eso te levantas de madrugada y cruzas toda la ciudad?

Yo que creo que ahora a la distancia, pienso en la universidad y me da risa, pero igual podría haber sido dramático si uno se lo toma en serio. Esa carrera era al final una excusa par seguir con mi hobbie favorito: ese estar pegado al puto computador, hipnotizado por sus colores, íconos o tipografías.

El verdadero golpe de realidad, al estar en una universidad con un montón de “gente que tuvo más oportunidades que tú”, es cuando veías daba lo mismo tu origen, la gente de nuestra edad tenía como idea mental, que pasarlo bien era ir a kamikaze, la ropa de fes era taquilla, o Daniela Aranguiz era cuica.

(No broma, nunca nadie ha pensado que Daniela Aranguiz es cuica)

Matadísimo. Claramente el problema era “estructural”.

¿Cómo hacemos para que la gente de nuestra edad deje de consumir weás tan malas?

De esa pregunta, más el poder de un grupo de amigos –que tampoco nunca encajaron– pero unidos por el emotional pop punk, eran los ingredientes necesarios para un proyecto que nos saque a todos de la rutina:

  • Primero, inventemos una palabra para generar una idea mental de algo que todavía no conocen o existe.

  • Segundo, construyamos una plataforma a la medida que nos permita entender y mapear a la perfección a nuestra audiencia.

  • Tercero, coronemos todo con un modelo de negocios que nos permita generar un puente entre lo obsoleto que una marca quiere comunicar, y lo que nuestra audiencia necesita o desea consumir.

Así se nos ocurrió y nació pousta.com, un diario de vida colectivo sobre música, tecnología, arte, diseño, moda, sociedad, TV, cultura y hasta deportes. A lo largo de 10 años, ese blog, terminó convirtiendo en un medio de comunicación hecho y derecho. Mismo que, según nuestros “insiders”, en estudios de medios y mercado, constantemente les salía como el más creíble, cercano o relevante cuando le preguntaban a un millenial con iPhone a quién le cree más.

Tener tu propia empresa, un equipo increíble, que te paguen por conocer o entrevistar a tus ídolos, tener que ir a festivales, eventos privados, viajes, porque ese es tu trabajo, es como algo soñado, ¿Cierto?

Porque en mi caso, todo esto que describo, es cómo se resumía la era más oscura de mi vida.


What do you want?

No he contado hasta ahora, pero en paralelo a todo esto, y desde la universidad, trabajaba yo en una de las primeras agencias digitales de Chile. Allí, junto a Nico y Camilo, nos encargábamos de cumplir los sueños tecnológicos de los emprendedores que conocíamos a través de Webprendedor.

Nico en desarrollo, yo en diseño de producto, y Camilo en marketing.

Desde que tenía 21, llegaba gente y nos decía “quiero un clon de Facebook”, y nosotros le hacíamos su clon de Facebook, sin que parezca de Temu y en un tiempo razonable.

Una vez se nos ocurrió crear un monstruo digital para apoyar una campaña de Pepsi Durante el Festival de Viña. Cada noche, durante 3-4 horas, procesábamos cerca de 2 millones de pageviews por noche sin siquiera arrugarnos. ¿Ahora? Una fila para comprar entradas si entran más de 10 mil personas. Otro hito fue, por ejemplo, Cranberry Chic, una empresa de la que fui co-founder a los 23, junto con Jose, Antonia, Pilar y más tarde Emi. Cranberry era una red social de moda que levantamos en Chile, con el apoyo de CORFO, ayudando a crear a las primeras influencers de Chile. (No nos odies, era trabajo honesto)

Digo que Pousta fue una era oscura, no porque pobrecito, ay que dura mi vida. Fue una era oscura, porque hoy en día considero que cada segundo que pasas haciendo algo que no está alineado con lo que más profundamente quieres y deseas, es un minuto perdido, porque no es una decisión tomada por ti mismo.

Durante muchos años, mi conexión con la tecnología fue un espacio al que le destinaba un 10, máximo 20% de mi tiempo.

Diseñar interfaces, apps, prototipos, sitios web o una que otra marca. Todo eso siempre estuvo ahí, pero en segundo plano, escondido, cuando la realidad es que ese tiempo minúsculo invertido en eso, era el que verdaderamente pagaba mi vida.

La era de POUSTA es oscura porque todo lo que entendía o creía acerca del concepto “lifestyle”, “moda”, “arte”, etc, se me desmoronó. Es que es todo una pobreza amiguitos, es tan triste.

Es que todo, hasta la marca más apoteósica que imagines, yo lamento decirte, amig@, todo es pura pura pobreza (y explotación de gente sin experiencia).

Después de mucha decepción humana, de fiestas y su consiguiente resaca, mucho festival/feria/evento en el que no ha pasado ni 20 minutos y ya sientes que quieres estar en tu casa, me sentía como atrapado entre medio de puras cosas y asuntos que francamente, no podían importante menos.

La montaña rusa de emociones en aquel entonces era heavy, pero entre medio de tantas ideas, creo que rescato lo único que tenía absolutamente claro: no quiero más mentiras, ni mentirosos.

No necesitaba vacaciones, un sueldo más alto, ni una casa más grande. Necesitaba “ahora mismo” un lugar donde pudiese hacer todo lo que quiero hacer, con las condiciones que lo quiero hacer, y de la forma que lo yo putamente lo quiero hacer.

De alguna forma, ese 10% de mi vida que se llamaba producto/diseño/tecnologías/comunicación, y que desde mi perspectiva personal siempre he visto y entendido como un todo, ahora tenían que serlo TODO, y tenían que estar alineados, en sincronía, unidos.

Desde ese momento en adelante, lo auténtico, la verdad, y la realidad, eran lo único a lo que si podía prestarle atención. Lo único que no se sentía como una pérdida de tiempo.

Quién me creo para escribir esto

Contando solo desde enero del 2019, he tenido la posibilidad de participar en la incubación y diseño de más de 100 marcas. Cien puntos de vista diferentes, cien formas de entender el mundo, pero todas unidas por algo: la necesidad imperiosa de resolver problemas de verdad. De dejar ese cliché de parecer exitoso y empezar a tocar e impactar genuinamente en las personas.

Cada proyecto fue un laboratorio. Un experimento para entender qué funciona cuando dejas de mentir, cuando abandonas el teatro del lifestyle y te dedicas a construir cosas que sirven.

Si de niño me hubieses dicho que escribiría una "guía de todo", me hubiese cagado de la risa. ¿La audacia de un weón creyendo que puede escribir sobre todo? Por suerte ya no soy ese pendex insoportable. O sí, pero con más kilometraje.

La verdad es que mis propios intereses me llevaron –desde los 12, por un camino donde todo lo que escribiré son cosas que viví, investigué, experimenté y en muchos casos, ya superé. La astronomía, la tecnología, la comunicación, las personas. Siempre necesité entender cómo funcionan las cosas, desarmarlas, volverlas a armar.

Pero hay algo más importante que mi biografía de nerd obsesivo. Soy n3ur0diverg3nte (lo pongo encriptado porque es un pésimo nombre; si todos somos neurodivergentes, divergencia no es).

¿Qué significa en la práctica? Mi cerebro está en modo contreras 24/7. Como tener un abogado del diablo interno que cuestiona absolutamente todo y estará en conflicto constantemente si algo "no es para ti". Rigidez cognitiva, como la describe Temple Grandin. Una característica bien documentada que te hace insoportable en contextos sociales pero que resulta ser tu salvavidas en un mundo donde la presión grupal conduce a pésimas decisiones.

Los estudios muestran que el 75% de las personas se conforman con el grupo al menos una vez, incluso cuando la respuesta es obviamente incorrecta. A los neurodivergentes no se nos da tan fácil ceder. El cerebro, el sistema simpático, incluso el endocrino, se enojan si uno no está alineado. Si incluso las mentiras pequeñas no se nos dan bien, puedes imaginarte el resto.

Este encuentro contigo mismo sucede cuando disque maduras y dejas de intentar ser "más normal". Cuando abrazas que tu cerebro funciona distinto y dejas de forzarlo a entrar en moldes ajenos. A mí, por pura suerte, ese momento me llegó a los 19 y luego a los 26, y a los 30, y a los 37, y quizás nunca deje de pasarme. Nuestra propia existencia está siempre reescribiéndose, y lo hace desde múltiples dimensiones.

Veinte años después, aquí está la paradoja que me hace tomar acción: si a mí, que literalmente estoy hecho para decir que no, me costó tanto decirlo... ¿A qué se enfrenta el resto?

Por eso existe esta guía. Porque cualquier proceso de transformación empieza con un detox. Y todo detox empieza diciendo NO. No a las weás tóxicas, no a las relaciones que drenan, no a los trabajos de mierda, no a la comida que te inflama, no a las personas que no valoran tu tiempo, no al doomscrolling inconsciente.

Es una etapa desagradable, ya que si estabas en el entorno incorrecto, la soledad puede ser brutal. Pero todo eso resulta un pequeño precio de entrada para hackear esta shit. Los no son necesarios para crear espacio. Como un detox de closet, donde pasas de pura ropa de fast fashion o que no tiene nada que ver con quién eres, y le das espacio a prendas atemporales, a referencias verdaderas de quién eres, o qué te gusta.

Y cuando haces ese detox a través de muchos NO, llegan los nuevos SÍ. Sí a cuidar tu organismo. Sí a relaciones que suman. Sí a trabajos que respetan tu vida. Sí a una existencia que no necesita filtros ni encuadres complejos para verse bien.

Estoy muy lejos de pensar que todos somos iguales, porque de hecho somos todo lo contrario, y es en tu parte “rara”, divergente, no estándar o no promedio, donde están las claves para sobrevivir a esta película distópica del Antropoceno. Un cableado diferente te hace inmune a algunas de las trampas más peligrosas del sistema. Esta guía existe para acompañarte en ese proceso, para que cuando cruces ese umbral de los NO, tengas claridad de lo que viene justo después, en realidad.



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Así luce perderse a sí mism@

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