Me aburren profundamente las narrativas que parten desde el miedo. Me tienen podrido los gurús del colapso, los profetas visionarios y toda esa industria millonaria que vive de mantenerte pegado a la pantalla, preocupándote por cosas incorrectas.

¿Saben qué es lo más gracioso? Que este recurso no es nada nada nada nuevo. Desde que el ser humano aprendió a comunicarse, ha estado convencido de que vive en los últimos días. Los romanos juraban que el imperio se desmoronaba (en realidad duró 1000 años más), la peste negra era el fin del mundo (y aquí estamos), las guerras mundiales iban a acabar con todo (nope), y ahora es el cambio climático, la IA, o el conflicto geopolítico de turno.

Hoy la cosa está peor, porque las narrativas del miedo se han convertido en una industria próspera. Hay sitios web de supervivencia, canales de YouTube sobre el colapso, newsletters del fin del mundo, y hasta carreras universitarias dedicadas a estudiar cómo nos vamos a extinguir. Todo este bombardeo constante genera lo que los expertos llaman "fatiga de crisis": un estado de agotamiento emocional que paradójicamente nos paraliza en lugar de movernos a la acción.

Les voy a contar algo personal. Hace unos años estaba tan metido en el loop de las noticias que me levantaba revisando Twitter, almorzaba leyendo sobre la crisis económica global, y me dormía viendo documentales sobre el colapso ecológico. ¿El resultado? Ansiedad crónica, insomnio, y cero capacidad real de cambiar algo. Estaba tan ocupado preocupándome por el mundo que me olvidé de vivir mi propia vida.

El Antropoceno y la hiperactivación

Más allá de los cambios geológicos que ya mencioné en el primer episodio, esta época nos tiene viviendo en un estado de "hiperactivación" psicológica constante.

El filósofo Byung-Chul Han describe nuestra era como la "sociedad del rendimiento", donde estamos tan obsesionados con la productividad y la información que hemos perdido la capacidad de simplemente estar. Es una euforia sintética, un high permanente de dopamina digital que nos tiene corriendo en la rueda del hámster mientras el mundo supuestamente se desmorona.

Pero aquí viene lo relevante: el mundo siempre se ha estado desmoronando. Siempre ha habido guerras, siempre la delincuencia "está peor que nunca", siempre falta plata para llegar a fin de mes, siempre hay una pelea entre conservadores y liberales. La diferencia es que ahora tienes acceso 24/7 a cada maldita crisis del planeta en tiempo real.

Antes nos alarmábamos viendo en las noticias UN registro borroso de un asalto. Hoy, por el mismo asalto, tenemos 6 ángulos distintos, tomas en 4K, cámara lenta, HDR, el livestream del weón que pasaba por ahí, el video viral en TikTok con música dramática, el thread de Twitter con 47 partes analizando frame por frame, y el pódcast de 3 horas explicando por qué este asalto en particular es señal del colapso civilizatorio.

La sabiduría del surfista digital

Cuando digo que necesitamos aprender a "surfear el fin del mundo", no estoy hablando de ignorar los problemas reales. La metáfora del surfista es perfecta: no controlas las olas, pero puedes aprender a leerlas y navegar con ellas. Un surfista no se pone a llorar porque viene una ola grande; desarrolla las habilidades para montarla.

La primera habilidad es el detox selectivo. Cal Newport sugiere eliminar las apps de redes sociales del teléfono y usarlas solo en computador para propósitos específicos. No para vivir desconectado, sino para usar la tecnología estratégicamente.

Les propongo un experimento: esta semana, cada vez que sientan el impulso de revisar las noticias, pregúntense: "¿Puedo hacer algo concreto sobre esto hoy?" Si la respuesta es no, cierren la pestaña. No porque no les importe, sino porque, literal, igual tienen que estar el lunes cumpliendo con sus obligaciones.

Y hablando de obligaciones, aquí hay otra verdad incómoda: la diferencia crucial está entre las obligaciones que elegimos conscientemente y las que nos son impuestas. La mayoría vivimos cumpliendo expectativas ajenas mientras posponemos lo que nuestra conciencia realmente quiere.

¿Saben cómo identificar una obligación auténtica? Las tareas que emergen de tus convicciones más profundas te dan energía en lugar de quitártela. Son sostenibles a largo plazo porque están alineadas con quien realmente eres, no con quien el mundo espera que seas.

El problema es que estamos tan ocupados scrolleando sobre problemas globales que no tenemos tiempo de preguntarnos: ¿Qué es lo que YO quiero cambiar? ¿Dónde está MI capacidad real de impacto?

Aquí viene la parte que va a triggear a algunos: tu mayor capacidad de impacto está en tu entorno inmediato. Con tus amigos, familia, o comunidades. Sí, aunque duela admitirlo, probablemente puedes hacer más por el mundo ayudando a tu vecino que compartiendo posts sobre Gaza.

Cuando nos acercamos a lo local, lo que vemos está delimitado por el amor: el parque de tu barrio, la señora de la esquina, tu familia, tus amigos reales (no los 5000 "amigos" de Facebook). Estos son los espacios donde tu acción tiene consecuencias directas y medibles.

Jordan Peterson, con todo lo controversial que es, tiene un punto cuando dice que a veces es más efectivo "mirar alrededor de tu entorno inmediato para ver qué necesita hacerse" en lugar de obsesionarte con salvar el mundo.

La práctica de la atención consciente

Vivir en el Antropoceno requiere una nueva forma de gestión de la atención. Los medios sociales son literalmente "una máquina gigante para hacerte gastar tu tiempo preocupándote por las cosas incorrectas". Y lo peor es que esta preocupación constante no solo no resuelve nada, sino que te programa para responder a crisis que están completamente fuera de tu control.

Les propongo algunas estrategias concretas sacadas de mi investigación para escribir estas líneas:

Consolidar la preocupación: En lugar de estar ansioso por 50 causas diferentes, elige máximo 2-3 batallas donde realmente puedas aportar.

Serialización de proyectosEnfócate en un solo proyecto grande a la vez. Tu cerebro no está diseñado para el multitasking existencial.

Subrendimiento estratégicoDecide conscientemente en qué áreas NO buscar la excelencia para poder concentrar recursos donde sí importa.

Ahora viene la parte que más me emociona contarles. Si el mundo está lleno de problemas, ¿qué tal si, en lugar de solo quejarnos, empezamos a preguntarnos qué soluciones traemos nosotros a la mesa?

Miren, cada problema que ven es una oportunidad disfrazada. ¿La comida es una mierda? Quizás ahí hay un negocio esperándote. ¿La educación está obsoleta? Tal vez seas tú quien cree la alternativa. ¿Los medios están podridos? Perfecto, hay espacio para hacer algo diferente.

El mundo no necesita más críticos de sillón. Necesita gente que vea la caca y diga: "Ya, ¿cómo arreglamos esta mierda?" Y lo mejor es que no necesitas resolver todos los problemas del mundo. Solo necesitas elegir UNO que te obsesione lo suficiente como para dedicarle tu energía.

Daniel Dennett argumenta que las personas verdaderamente autónomas comprenden que serán responsabilizadas por sus acciones. Esa responsabilidad incluye no solo criticar lo que está mal, sino crear activamente lo que podría estar bien.

La invitación final

No les estoy diciendo que vivan con una actitud de "no me importa nada". Todo lo contrario. Les estoy invitando a que les importe tanto que dejen de desperdiciar su energía vital en teatro digital y la inviertan donde pueden generar cambio real.

En un Antropoceno que demanda energía, tiempo y atención constantemente, la verdadera rebeldía es enfocar estos recursos en tu vida real, en las personas que sí ves, en los problemas que sí puedes tocar con tus manos.

Las ondas "rebeldes" del océano que parecían completamente caóticas en realidad siguen patrones predecibles. Del mismo modo, el caos aparente del mundo tiene sus ritmos. La clave no es controlar las olas, sino aprender a surfearlas.

Así que la próxima vez que sientan esa ansiedad familiar subiendo porque "el mundo se está acabando", recuerden: siempre se ha estado acabando. La diferencia es que ahora ustedes pueden elegir si pasan su vida documentando el naufragio en Twitter o construyendo balsas reales con las personas que tienen al lado.

Y mejor aún, pueden elegir ser parte del equipo que está construyendo el mundo que viene después. Porque sí, este mundo se está acabando, pero eso significa que hay otro esperando ser creado. Y ese mundo necesita tus ideas, tu energía, tus soluciones.

Respiren profundo, apaguen las notificaciones un rato, y recuerden: el mundo seguirá girando aunque no lean sobre cada crisis en tiempo real. Y quizás, solo quizás, girará un poco mejor si dedican esa energía a construir las soluciones que están esperando nacer a través de ustedes.

Me aburren profundamente las narrativas que parten desde el miedo. Me tienen podrido los gurús del colapso, los profetas visionarios y toda esa industria millonaria que vive de mantenerte pegado a la pantalla, preocupándote por cosas incorrectas.

¿Saben qué es lo más gracioso? Que este recurso no es nada nada nada nuevo. Desde que el ser humano aprendió a comunicarse, ha estado convencido de que vive en los últimos días. Los romanos juraban que el imperio se desmoronaba (en realidad duró 1000 años más), la peste negra era el fin del mundo (y aquí estamos), las guerras mundiales iban a acabar con todo (nope), y ahora es el cambio climático, la IA, o el conflicto geopolítico de turno.

Hoy la cosa está peor, porque las narrativas del miedo se han convertido en una industria próspera. Hay sitios web de supervivencia, canales de YouTube sobre el colapso, newsletters del fin del mundo, y hasta carreras universitarias dedicadas a estudiar cómo nos vamos a extinguir. Todo este bombardeo constante genera lo que los expertos llaman "fatiga de crisis": un estado de agotamiento emocional que paradójicamente nos paraliza en lugar de movernos a la acción.

Les voy a contar algo personal. Hace unos años estaba tan metido en el loop de las noticias que me levantaba revisando Twitter, almorzaba leyendo sobre la crisis económica global, y me dormía viendo documentales sobre el colapso ecológico. ¿El resultado? Ansiedad crónica, insomnio, y cero capacidad real de cambiar algo. Estaba tan ocupado preocupándome por el mundo que me olvidé de vivir mi propia vida.

El Antropoceno y la hiperactivación

Más allá de los cambios geológicos que ya mencioné en el primer episodio, esta época nos tiene viviendo en un estado de "hiperactivación" psicológica constante.

El filósofo Byung-Chul Han describe nuestra era como la "sociedad del rendimiento", donde estamos tan obsesionados con la productividad y la información que hemos perdido la capacidad de simplemente estar. Es una euforia sintética, un high permanente de dopamina digital que nos tiene corriendo en la rueda del hámster mientras el mundo supuestamente se desmorona.

Pero aquí viene lo relevante: el mundo siempre se ha estado desmoronando. Siempre ha habido guerras, siempre la delincuencia "está peor que nunca", siempre falta plata para llegar a fin de mes, siempre hay una pelea entre conservadores y liberales. La diferencia es que ahora tienes acceso 24/7 a cada maldita crisis del planeta en tiempo real.

Antes nos alarmábamos viendo en las noticias UN registro borroso de un asalto. Hoy, por el mismo asalto, tenemos 6 ángulos distintos, tomas en 4K, cámara lenta, HDR, el livestream del weón que pasaba por ahí, el video viral en TikTok con música dramática, el thread de Twitter con 47 partes analizando frame por frame, y el pódcast de 3 horas explicando por qué este asalto en particular es señal del colapso civilizatorio.

La sabiduría del surfista digital

Cuando digo que necesitamos aprender a "surfear el fin del mundo", no estoy hablando de ignorar los problemas reales. La metáfora del surfista es perfecta: no controlas las olas, pero puedes aprender a leerlas y navegar con ellas. Un surfista no se pone a llorar porque viene una ola grande; desarrolla las habilidades para montarla.

La primera habilidad es el detox selectivo. Cal Newport sugiere eliminar las apps de redes sociales del teléfono y usarlas solo en computador para propósitos específicos. No para vivir desconectado, sino para usar la tecnología estratégicamente.

Les propongo un experimento: esta semana, cada vez que sientan el impulso de revisar las noticias, pregúntense: "¿Puedo hacer algo concreto sobre esto hoy?" Si la respuesta es no, cierren la pestaña. No porque no les importe, sino porque, literal, igual tienen que estar el lunes cumpliendo con sus obligaciones.

Y hablando de obligaciones, aquí hay otra verdad incómoda: la diferencia crucial está entre las obligaciones que elegimos conscientemente y las que nos son impuestas. La mayoría vivimos cumpliendo expectativas ajenas mientras posponemos lo que nuestra conciencia realmente quiere.

¿Saben cómo identificar una obligación auténtica? Las tareas que emergen de tus convicciones más profundas te dan energía en lugar de quitártela. Son sostenibles a largo plazo porque están alineadas con quien realmente eres, no con quien el mundo espera que seas.

El problema es que estamos tan ocupados scrolleando sobre problemas globales que no tenemos tiempo de preguntarnos: ¿Qué es lo que YO quiero cambiar? ¿Dónde está MI capacidad real de impacto?

Aquí viene la parte que va a triggear a algunos: tu mayor capacidad de impacto está en tu entorno inmediato. Con tus amigos, familia, o comunidades. Sí, aunque duela admitirlo, probablemente puedes hacer más por el mundo ayudando a tu vecino que compartiendo posts sobre Gaza.

Cuando nos acercamos a lo local, lo que vemos está delimitado por el amor: el parque de tu barrio, la señora de la esquina, tu familia, tus amigos reales (no los 5000 "amigos" de Facebook). Estos son los espacios donde tu acción tiene consecuencias directas y medibles.

Jordan Peterson, con todo lo controversial que es, tiene un punto cuando dice que a veces es más efectivo "mirar alrededor de tu entorno inmediato para ver qué necesita hacerse" en lugar de obsesionarte con salvar el mundo.

La práctica de la atención consciente

Vivir en el Antropoceno requiere una nueva forma de gestión de la atención. Los medios sociales son literalmente "una máquina gigante para hacerte gastar tu tiempo preocupándote por las cosas incorrectas". Y lo peor es que esta preocupación constante no solo no resuelve nada, sino que te programa para responder a crisis que están completamente fuera de tu control.

Les propongo algunas estrategias concretas sacadas de mi investigación para escribir estas líneas:

Consolidar la preocupación: En lugar de estar ansioso por 50 causas diferentes, elige máximo 2-3 batallas donde realmente puedas aportar.

Serialización de proyectosEnfócate en un solo proyecto grande a la vez. Tu cerebro no está diseñado para el multitasking existencial.

Subrendimiento estratégicoDecide conscientemente en qué áreas NO buscar la excelencia para poder concentrar recursos donde sí importa.

Ahora viene la parte que más me emociona contarles. Si el mundo está lleno de problemas, ¿qué tal si, en lugar de solo quejarnos, empezamos a preguntarnos qué soluciones traemos nosotros a la mesa?

Miren, cada problema que ven es una oportunidad disfrazada. ¿La comida es una mierda? Quizás ahí hay un negocio esperándote. ¿La educación está obsoleta? Tal vez seas tú quien cree la alternativa. ¿Los medios están podridos? Perfecto, hay espacio para hacer algo diferente.

El mundo no necesita más críticos de sillón. Necesita gente que vea la caca y diga: "Ya, ¿cómo arreglamos esta mierda?" Y lo mejor es que no necesitas resolver todos los problemas del mundo. Solo necesitas elegir UNO que te obsesione lo suficiente como para dedicarle tu energía.

Daniel Dennett argumenta que las personas verdaderamente autónomas comprenden que serán responsabilizadas por sus acciones. Esa responsabilidad incluye no solo criticar lo que está mal, sino crear activamente lo que podría estar bien.

La invitación final

No les estoy diciendo que vivan con una actitud de "no me importa nada". Todo lo contrario. Les estoy invitando a que les importe tanto que dejen de desperdiciar su energía vital en teatro digital y la inviertan donde pueden generar cambio real.

En un Antropoceno que demanda energía, tiempo y atención constantemente, la verdadera rebeldía es enfocar estos recursos en tu vida real, en las personas que sí ves, en los problemas que sí puedes tocar con tus manos.

Las ondas "rebeldes" del océano que parecían completamente caóticas en realidad siguen patrones predecibles. Del mismo modo, el caos aparente del mundo tiene sus ritmos. La clave no es controlar las olas, sino aprender a surfearlas.

Así que la próxima vez que sientan esa ansiedad familiar subiendo porque "el mundo se está acabando", recuerden: siempre se ha estado acabando. La diferencia es que ahora ustedes pueden elegir si pasan su vida documentando el naufragio en Twitter o construyendo balsas reales con las personas que tienen al lado.

Y mejor aún, pueden elegir ser parte del equipo que está construyendo el mundo que viene después. Porque sí, este mundo se está acabando, pero eso significa que hay otro esperando ser creado. Y ese mundo necesita tus ideas, tu energía, tus soluciones.

Respiren profundo, apaguen las notificaciones un rato, y recuerden: el mundo seguirá girando aunque no lean sobre cada crisis en tiempo real. Y quizás, solo quizás, girará un poco mejor si dedican esa energía a construir las soluciones que están esperando nacer a través de ustedes.

Me aburren profundamente las narrativas que parten desde el miedo. Me tienen podrido los gurús del colapso, los profetas visionarios y toda esa industria millonaria que vive de mantenerte pegado a la pantalla, preocupándote por cosas incorrectas.

¿Saben qué es lo más gracioso? Que este recurso no es nada nada nada nuevo. Desde que el ser humano aprendió a comunicarse, ha estado convencido de que vive en los últimos días. Los romanos juraban que el imperio se desmoronaba (en realidad duró 1000 años más), la peste negra era el fin del mundo (y aquí estamos), las guerras mundiales iban a acabar con todo (nope), y ahora es el cambio climático, la IA, o el conflicto geopolítico de turno.

Hoy la cosa está peor, porque las narrativas del miedo se han convertido en una industria próspera. Hay sitios web de supervivencia, canales de YouTube sobre el colapso, newsletters del fin del mundo, y hasta carreras universitarias dedicadas a estudiar cómo nos vamos a extinguir. Todo este bombardeo constante genera lo que los expertos llaman "fatiga de crisis": un estado de agotamiento emocional que paradójicamente nos paraliza en lugar de movernos a la acción.

Les voy a contar algo personal. Hace unos años estaba tan metido en el loop de las noticias que me levantaba revisando Twitter, almorzaba leyendo sobre la crisis económica global, y me dormía viendo documentales sobre el colapso ecológico. ¿El resultado? Ansiedad crónica, insomnio, y cero capacidad real de cambiar algo. Estaba tan ocupado preocupándome por el mundo que me olvidé de vivir mi propia vida.

El Antropoceno y la hiperactivación

Más allá de los cambios geológicos que ya mencioné en el primer episodio, esta época nos tiene viviendo en un estado de "hiperactivación" psicológica constante.

El filósofo Byung-Chul Han describe nuestra era como la "sociedad del rendimiento", donde estamos tan obsesionados con la productividad y la información que hemos perdido la capacidad de simplemente estar. Es una euforia sintética, un high permanente de dopamina digital que nos tiene corriendo en la rueda del hámster mientras el mundo supuestamente se desmorona.

Pero aquí viene lo relevante: el mundo siempre se ha estado desmoronando. Siempre ha habido guerras, siempre la delincuencia "está peor que nunca", siempre falta plata para llegar a fin de mes, siempre hay una pelea entre conservadores y liberales. La diferencia es que ahora tienes acceso 24/7 a cada maldita crisis del planeta en tiempo real.

Antes nos alarmábamos viendo en las noticias UN registro borroso de un asalto. Hoy, por el mismo asalto, tenemos 6 ángulos distintos, tomas en 4K, cámara lenta, HDR, el livestream del weón que pasaba por ahí, el video viral en TikTok con música dramática, el thread de Twitter con 47 partes analizando frame por frame, y el pódcast de 3 horas explicando por qué este asalto en particular es señal del colapso civilizatorio.

La sabiduría del surfista digital

Cuando digo que necesitamos aprender a "surfear el fin del mundo", no estoy hablando de ignorar los problemas reales. La metáfora del surfista es perfecta: no controlas las olas, pero puedes aprender a leerlas y navegar con ellas. Un surfista no se pone a llorar porque viene una ola grande; desarrolla las habilidades para montarla.

La primera habilidad es el detox selectivo. Cal Newport sugiere eliminar las apps de redes sociales del teléfono y usarlas solo en computador para propósitos específicos. No para vivir desconectado, sino para usar la tecnología estratégicamente.

Les propongo un experimento: esta semana, cada vez que sientan el impulso de revisar las noticias, pregúntense: "¿Puedo hacer algo concreto sobre esto hoy?" Si la respuesta es no, cierren la pestaña. No porque no les importe, sino porque, literal, igual tienen que estar el lunes cumpliendo con sus obligaciones.

Y hablando de obligaciones, aquí hay otra verdad incómoda: la diferencia crucial está entre las obligaciones que elegimos conscientemente y las que nos son impuestas. La mayoría vivimos cumpliendo expectativas ajenas mientras posponemos lo que nuestra conciencia realmente quiere.

¿Saben cómo identificar una obligación auténtica? Las tareas que emergen de tus convicciones más profundas te dan energía en lugar de quitártela. Son sostenibles a largo plazo porque están alineadas con quien realmente eres, no con quien el mundo espera que seas.

El problema es que estamos tan ocupados scrolleando sobre problemas globales que no tenemos tiempo de preguntarnos: ¿Qué es lo que YO quiero cambiar? ¿Dónde está MI capacidad real de impacto?

Aquí viene la parte que va a triggear a algunos: tu mayor capacidad de impacto está en tu entorno inmediato. Con tus amigos, familia, o comunidades. Sí, aunque duela admitirlo, probablemente puedes hacer más por el mundo ayudando a tu vecino que compartiendo posts sobre Gaza.

Cuando nos acercamos a lo local, lo que vemos está delimitado por el amor: el parque de tu barrio, la señora de la esquina, tu familia, tus amigos reales (no los 5000 "amigos" de Facebook). Estos son los espacios donde tu acción tiene consecuencias directas y medibles.

Jordan Peterson, con todo lo controversial que es, tiene un punto cuando dice que a veces es más efectivo "mirar alrededor de tu entorno inmediato para ver qué necesita hacerse" en lugar de obsesionarte con salvar el mundo.

La práctica de la atención consciente

Vivir en el Antropoceno requiere una nueva forma de gestión de la atención. Los medios sociales son literalmente "una máquina gigante para hacerte gastar tu tiempo preocupándote por las cosas incorrectas". Y lo peor es que esta preocupación constante no solo no resuelve nada, sino que te programa para responder a crisis que están completamente fuera de tu control.

Les propongo algunas estrategias concretas sacadas de mi investigación para escribir estas líneas:

Consolidar la preocupación: En lugar de estar ansioso por 50 causas diferentes, elige máximo 2-3 batallas donde realmente puedas aportar.

Serialización de proyectosEnfócate en un solo proyecto grande a la vez. Tu cerebro no está diseñado para el multitasking existencial.

Subrendimiento estratégicoDecide conscientemente en qué áreas NO buscar la excelencia para poder concentrar recursos donde sí importa.

Ahora viene la parte que más me emociona contarles. Si el mundo está lleno de problemas, ¿qué tal si, en lugar de solo quejarnos, empezamos a preguntarnos qué soluciones traemos nosotros a la mesa?

Miren, cada problema que ven es una oportunidad disfrazada. ¿La comida es una mierda? Quizás ahí hay un negocio esperándote. ¿La educación está obsoleta? Tal vez seas tú quien cree la alternativa. ¿Los medios están podridos? Perfecto, hay espacio para hacer algo diferente.

El mundo no necesita más críticos de sillón. Necesita gente que vea la caca y diga: "Ya, ¿cómo arreglamos esta mierda?" Y lo mejor es que no necesitas resolver todos los problemas del mundo. Solo necesitas elegir UNO que te obsesione lo suficiente como para dedicarle tu energía.

Daniel Dennett argumenta que las personas verdaderamente autónomas comprenden que serán responsabilizadas por sus acciones. Esa responsabilidad incluye no solo criticar lo que está mal, sino crear activamente lo que podría estar bien.

La invitación final

No les estoy diciendo que vivan con una actitud de "no me importa nada". Todo lo contrario. Les estoy invitando a que les importe tanto que dejen de desperdiciar su energía vital en teatro digital y la inviertan donde pueden generar cambio real.

En un Antropoceno que demanda energía, tiempo y atención constantemente, la verdadera rebeldía es enfocar estos recursos en tu vida real, en las personas que sí ves, en los problemas que sí puedes tocar con tus manos.

Las ondas "rebeldes" del océano que parecían completamente caóticas en realidad siguen patrones predecibles. Del mismo modo, el caos aparente del mundo tiene sus ritmos. La clave no es controlar las olas, sino aprender a surfearlas.

Así que la próxima vez que sientan esa ansiedad familiar subiendo porque "el mundo se está acabando", recuerden: siempre se ha estado acabando. La diferencia es que ahora ustedes pueden elegir si pasan su vida documentando el naufragio en Twitter o construyendo balsas reales con las personas que tienen al lado.

Y mejor aún, pueden elegir ser parte del equipo que está construyendo el mundo que viene después. Porque sí, este mundo se está acabando, pero eso significa que hay otro esperando ser creado. Y ese mundo necesita tus ideas, tu energía, tus soluciones.

Respiren profundo, apaguen las notificaciones un rato, y recuerden: el mundo seguirá girando aunque no lean sobre cada crisis en tiempo real. Y quizás, solo quizás, girará un poco mejor si dedican esa energía a construir las soluciones que están esperando nacer a través de ustedes.

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Nuestro Antropoceno

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Qué significa una vida no frágil y por qué necesitas una

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