No hay que revisar mucho en redes sociales para toparse con la copia de la copia de la copia número 100 del thread que dice "el sistema está diseñado para que fracasemos".

Eso es de perdedores, bro. (Espero de corazón que esta referencia no la conozcas, y solo pienses que soy un imbécil)

¿Y si el problema no es el sistema, sino que todos actuamos como si nuestras acciones no tuvieran consecuencias?

Es una ironía más. Vivimos en la era donde más información tenemos sobre el impacto de cada decisión —desde el café que tomamos hasta el político que elegimos—, pero simultáneamente hemos perfeccionado el arte de lavarnos las manos. Total, la culpa es de todos, ¿cierto? Y cuando la culpa es de todos, como bien decía Hannah Arendt, nadie es culpable.

El cinismo moderno: sabemos, pero igual lo hacemos

Peter Sloterdijk tiene un concepto que me vuela la cabeza: la "falsa conciencia ilustrada". Es esa mentalidad que reconoce los problemas, pero permanece impotente ante ellos. Es el weón que sabe perfectamente que pedir Uber Eats todos los días está matando su presupuesto y el planeta, pero igual lo hace porque "qué tanto puede afectar mi pedido individual". Lo mismo con la ropa desechable de Shein o el vestido floreado número 50 que compras en Zara.

Esta weá no es ignorancia. Es peor. Es cinismo activo.

El cinismo antiguo al menos tenía dignidad. Los cínicos griegos vivían en barriles y meaban en público porque criticaban al sistema. ¿Nosotros? Nosotros tuiteamos nuestra indignación desde un iPhone fabricado con minerales conflictivos, mientras tenemos veinte suscripciones mensuales que ni usamos, pero "da paja cancelar".

Garrett Hardin formuló en 1968 la "Tragedia de los Comunes", explicando cómo individuos racionales actuando en su propio interés pueden destruir recursos compartidos. Pero herman@s, ni Hardin se imaginó lo que sería esto con redes sociales y globalización.

Hoy la tragedia se manifiesta en cada aspecto de nuestra vida.

Y aquí viene lo heavy: mientras más grande el grupo, menor el esfuerzo individual. Es el social loafing llevado a escala planetaria.

La responsabilidad es un acto revolucionario

Y hablando de vivir sin consecuencias, miremos el elefante en la sala: el progresismo moderno.

El progresismo, esa doctrina política orientada hacia el desarrollo del Estado de bienestar y la defensa de derechos civiles, está en crisis. ¿Por qué? Porque adoptó la misma lógica del cinismo que critica: actuar como si silenciar al otro no tuviera consecuencias.

La cultura de cancelación, surgida como intento de responsabilizar, se convirtió en el ejemplo perfecto de cómo negar las consecuencias genera exactamente lo contrario de lo que buscas. Cancelas a alguien esperando que desaparezca, pero las personas "canceladas" frecuentemente ganan nuevas audiencias que las perciben como víctimas.

Es como cuando prohibieron el alcohol en Estados Unidos durante la Ley Seca: la prohibición no eliminó el consumo, sino que creó el crimen organizado moderno. Al negar las consecuencias reales de la prohibición, generaron un problema mucho peor que el original.

Entonces, ¿qué m*rda hacemos?

Primero, entender que asumir responsabilidad individual en 2024 es un acto casi revolucionario. No es sexy, no da likes, pero es lo único que rompe el ciclo.

Mira los datos: cuando las personas perciben que sus acciones individuales importan, la motivación para actuar aumenta exponencialmente. Es la diferencia entre el activismo de Instagram y el weón que efectivamente se levanta todos los sábados a limpiar la playa.

Segundo, necesitamos entender que la responsabilidad individual y colectiva no son opuestas, sino complementarias. No es "yo solo" ni "todos juntos". Es "yo hago mi parte y exijo que el sistema funcione".

Vida anti‑cinismo

En lo personal

  • Deja de comprar mierdas que no necesitas "porque igual todos consumen".

  • Si ves a alguien en problemas, no esperes que otro ayude. El efecto espectador mata, literalmente.

  • Asume las consecuencias de tus cagadas sin buscar a quién más culpar. (CLAVE)

En lo social

  • En vez de cancelar, educa. La educación transforma, la humillación radicaliza.

  • Construye espacios de diálogo donde perspectivas divergentes puedan coexistir. Dale un abrazo a tu facho/comunista más cercano. Te darás cuenta que siempre detrás de la radicalización existe solo una palabra: miedo y traumas profundos.

  • Reconoce que los problemas son complejos y las soluciones, im per fec tas.

En lo “sistémico”

La ironía más grande es que el cinismo moderno requiere más energía que la acción responsable. Mantener la fachada de que nada importa mientras internamente sabes que sí importa es agotador. Es vivir en constante disonancia cognitiva.

Sloterdijk tenía razón: somos cínicos ilustrados que sabemos exactamente lo que hacemos mal, pero seguimos haciéndolo. Pero aquí está el hack: reconocer esto es el primer paso para romper el patrón.

¿Podemos parar el cinismo? Sí, weón. Pero requiere algo de lo que la gente promedio odia: hacerse cargo. No del mundo entero, sino de tu metro cuadrado. De tus decisiones. De tus consecuencias.

Porque al final del día, cuando todos son culpables, nadie lo es. Pero cuando alguien —aunque sea uno solo— decide asumir responsabilidad real, se genera un efecto dominó que puede cambiar todo el juego.

Y si no me crees, pregúntate: ¿cuántas veces has visto a una sola persona cambiar la dinámica de todo un grupo simplemente por negarse a seguir el juego del cinismo?

Esa persona podrías ser tú. O puedes seguir scrolleando y quejándote de que el sistema está roto mientras contribuyes activamente a romperlo.

Tu decisión tiene consecuencias. Todas las tienen.

No hay que revisar mucho en redes sociales para toparse con la copia de la copia de la copia número 100 del thread que dice "el sistema está diseñado para que fracasemos".

Eso es de perdedores, bro. (Espero de corazón que esta referencia no la conozcas, y solo pienses que soy un imbécil)

¿Y si el problema no es el sistema, sino que todos actuamos como si nuestras acciones no tuvieran consecuencias?

Es una ironía más. Vivimos en la era donde más información tenemos sobre el impacto de cada decisión —desde el café que tomamos hasta el político que elegimos—, pero simultáneamente hemos perfeccionado el arte de lavarnos las manos. Total, la culpa es de todos, ¿cierto? Y cuando la culpa es de todos, como bien decía Hannah Arendt, nadie es culpable.

El cinismo moderno: sabemos, pero igual lo hacemos

Peter Sloterdijk tiene un concepto que me vuela la cabeza: la "falsa conciencia ilustrada". Es esa mentalidad que reconoce los problemas, pero permanece impotente ante ellos. Es el weón que sabe perfectamente que pedir Uber Eats todos los días está matando su presupuesto y el planeta, pero igual lo hace porque "qué tanto puede afectar mi pedido individual". Lo mismo con la ropa desechable de Shein o el vestido floreado número 50 que compras en Zara.

Esta weá no es ignorancia. Es peor. Es cinismo activo.

El cinismo antiguo al menos tenía dignidad. Los cínicos griegos vivían en barriles y meaban en público porque criticaban al sistema. ¿Nosotros? Nosotros tuiteamos nuestra indignación desde un iPhone fabricado con minerales conflictivos, mientras tenemos veinte suscripciones mensuales que ni usamos, pero "da paja cancelar".

Garrett Hardin formuló en 1968 la "Tragedia de los Comunes", explicando cómo individuos racionales actuando en su propio interés pueden destruir recursos compartidos. Pero herman@s, ni Hardin se imaginó lo que sería esto con redes sociales y globalización.

Hoy la tragedia se manifiesta en cada aspecto de nuestra vida.

Y aquí viene lo heavy: mientras más grande el grupo, menor el esfuerzo individual. Es el social loafing llevado a escala planetaria.

La responsabilidad es un acto revolucionario

Y hablando de vivir sin consecuencias, miremos el elefante en la sala: el progresismo moderno.

El progresismo, esa doctrina política orientada hacia el desarrollo del Estado de bienestar y la defensa de derechos civiles, está en crisis. ¿Por qué? Porque adoptó la misma lógica del cinismo que critica: actuar como si silenciar al otro no tuviera consecuencias.

La cultura de cancelación, surgida como intento de responsabilizar, se convirtió en el ejemplo perfecto de cómo negar las consecuencias genera exactamente lo contrario de lo que buscas. Cancelas a alguien esperando que desaparezca, pero las personas "canceladas" frecuentemente ganan nuevas audiencias que las perciben como víctimas.

Es como cuando prohibieron el alcohol en Estados Unidos durante la Ley Seca: la prohibición no eliminó el consumo, sino que creó el crimen organizado moderno. Al negar las consecuencias reales de la prohibición, generaron un problema mucho peor que el original.

Entonces, ¿qué m*rda hacemos?

Primero, entender que asumir responsabilidad individual en 2024 es un acto casi revolucionario. No es sexy, no da likes, pero es lo único que rompe el ciclo.

Mira los datos: cuando las personas perciben que sus acciones individuales importan, la motivación para actuar aumenta exponencialmente. Es la diferencia entre el activismo de Instagram y el weón que efectivamente se levanta todos los sábados a limpiar la playa.

Segundo, necesitamos entender que la responsabilidad individual y colectiva no son opuestas, sino complementarias. No es "yo solo" ni "todos juntos". Es "yo hago mi parte y exijo que el sistema funcione".

Vida anti‑cinismo

En lo personal

  • Deja de comprar mierdas que no necesitas "porque igual todos consumen".

  • Si ves a alguien en problemas, no esperes que otro ayude. El efecto espectador mata, literalmente.

  • Asume las consecuencias de tus cagadas sin buscar a quién más culpar. (CLAVE)

En lo social

  • En vez de cancelar, educa. La educación transforma, la humillación radicaliza.

  • Construye espacios de diálogo donde perspectivas divergentes puedan coexistir. Dale un abrazo a tu facho/comunista más cercano. Te darás cuenta que siempre detrás de la radicalización existe solo una palabra: miedo y traumas profundos.

  • Reconoce que los problemas son complejos y las soluciones, im per fec tas.

En lo “sistémico”

La ironía más grande es que el cinismo moderno requiere más energía que la acción responsable. Mantener la fachada de que nada importa mientras internamente sabes que sí importa es agotador. Es vivir en constante disonancia cognitiva.

Sloterdijk tenía razón: somos cínicos ilustrados que sabemos exactamente lo que hacemos mal, pero seguimos haciéndolo. Pero aquí está el hack: reconocer esto es el primer paso para romper el patrón.

¿Podemos parar el cinismo? Sí, weón. Pero requiere algo de lo que la gente promedio odia: hacerse cargo. No del mundo entero, sino de tu metro cuadrado. De tus decisiones. De tus consecuencias.

Porque al final del día, cuando todos son culpables, nadie lo es. Pero cuando alguien —aunque sea uno solo— decide asumir responsabilidad real, se genera un efecto dominó que puede cambiar todo el juego.

Y si no me crees, pregúntate: ¿cuántas veces has visto a una sola persona cambiar la dinámica de todo un grupo simplemente por negarse a seguir el juego del cinismo?

Esa persona podrías ser tú. O puedes seguir scrolleando y quejándote de que el sistema está roto mientras contribuyes activamente a romperlo.

Tu decisión tiene consecuencias. Todas las tienen.

No hay que revisar mucho en redes sociales para toparse con la copia de la copia de la copia número 100 del thread que dice "el sistema está diseñado para que fracasemos".

Eso es de perdedores, bro. (Espero de corazón que esta referencia no la conozcas, y solo pienses que soy un imbécil)

¿Y si el problema no es el sistema, sino que todos actuamos como si nuestras acciones no tuvieran consecuencias?

Es una ironía más. Vivimos en la era donde más información tenemos sobre el impacto de cada decisión —desde el café que tomamos hasta el político que elegimos—, pero simultáneamente hemos perfeccionado el arte de lavarnos las manos. Total, la culpa es de todos, ¿cierto? Y cuando la culpa es de todos, como bien decía Hannah Arendt, nadie es culpable.

El cinismo moderno: sabemos, pero igual lo hacemos

Peter Sloterdijk tiene un concepto que me vuela la cabeza: la "falsa conciencia ilustrada". Es esa mentalidad que reconoce los problemas, pero permanece impotente ante ellos. Es el weón que sabe perfectamente que pedir Uber Eats todos los días está matando su presupuesto y el planeta, pero igual lo hace porque "qué tanto puede afectar mi pedido individual". Lo mismo con la ropa desechable de Shein o el vestido floreado número 50 que compras en Zara.

Esta weá no es ignorancia. Es peor. Es cinismo activo.

El cinismo antiguo al menos tenía dignidad. Los cínicos griegos vivían en barriles y meaban en público porque criticaban al sistema. ¿Nosotros? Nosotros tuiteamos nuestra indignación desde un iPhone fabricado con minerales conflictivos, mientras tenemos veinte suscripciones mensuales que ni usamos, pero "da paja cancelar".

Garrett Hardin formuló en 1968 la "Tragedia de los Comunes", explicando cómo individuos racionales actuando en su propio interés pueden destruir recursos compartidos. Pero herman@s, ni Hardin se imaginó lo que sería esto con redes sociales y globalización.

Hoy la tragedia se manifiesta en cada aspecto de nuestra vida.

Y aquí viene lo heavy: mientras más grande el grupo, menor el esfuerzo individual. Es el social loafing llevado a escala planetaria.

La responsabilidad es un acto revolucionario

Y hablando de vivir sin consecuencias, miremos el elefante en la sala: el progresismo moderno.

El progresismo, esa doctrina política orientada hacia el desarrollo del Estado de bienestar y la defensa de derechos civiles, está en crisis. ¿Por qué? Porque adoptó la misma lógica del cinismo que critica: actuar como si silenciar al otro no tuviera consecuencias.

La cultura de cancelación, surgida como intento de responsabilizar, se convirtió en el ejemplo perfecto de cómo negar las consecuencias genera exactamente lo contrario de lo que buscas. Cancelas a alguien esperando que desaparezca, pero las personas "canceladas" frecuentemente ganan nuevas audiencias que las perciben como víctimas.

Es como cuando prohibieron el alcohol en Estados Unidos durante la Ley Seca: la prohibición no eliminó el consumo, sino que creó el crimen organizado moderno. Al negar las consecuencias reales de la prohibición, generaron un problema mucho peor que el original.

Entonces, ¿qué m*rda hacemos?

Primero, entender que asumir responsabilidad individual en 2024 es un acto casi revolucionario. No es sexy, no da likes, pero es lo único que rompe el ciclo.

Mira los datos: cuando las personas perciben que sus acciones individuales importan, la motivación para actuar aumenta exponencialmente. Es la diferencia entre el activismo de Instagram y el weón que efectivamente se levanta todos los sábados a limpiar la playa.

Segundo, necesitamos entender que la responsabilidad individual y colectiva no son opuestas, sino complementarias. No es "yo solo" ni "todos juntos". Es "yo hago mi parte y exijo que el sistema funcione".

Vida anti‑cinismo

En lo personal

  • Deja de comprar mierdas que no necesitas "porque igual todos consumen".

  • Si ves a alguien en problemas, no esperes que otro ayude. El efecto espectador mata, literalmente.

  • Asume las consecuencias de tus cagadas sin buscar a quién más culpar. (CLAVE)

En lo social

  • En vez de cancelar, educa. La educación transforma, la humillación radicaliza.

  • Construye espacios de diálogo donde perspectivas divergentes puedan coexistir. Dale un abrazo a tu facho/comunista más cercano. Te darás cuenta que siempre detrás de la radicalización existe solo una palabra: miedo y traumas profundos.

  • Reconoce que los problemas son complejos y las soluciones, im per fec tas.

En lo “sistémico”

La ironía más grande es que el cinismo moderno requiere más energía que la acción responsable. Mantener la fachada de que nada importa mientras internamente sabes que sí importa es agotador. Es vivir en constante disonancia cognitiva.

Sloterdijk tenía razón: somos cínicos ilustrados que sabemos exactamente lo que hacemos mal, pero seguimos haciéndolo. Pero aquí está el hack: reconocer esto es el primer paso para romper el patrón.

¿Podemos parar el cinismo? Sí, weón. Pero requiere algo de lo que la gente promedio odia: hacerse cargo. No del mundo entero, sino de tu metro cuadrado. De tus decisiones. De tus consecuencias.

Porque al final del día, cuando todos son culpables, nadie lo es. Pero cuando alguien —aunque sea uno solo— decide asumir responsabilidad real, se genera un efecto dominó que puede cambiar todo el juego.

Y si no me crees, pregúntate: ¿cuántas veces has visto a una sola persona cambiar la dinámica de todo un grupo simplemente por negarse a seguir el juego del cinismo?

Esa persona podrías ser tú. O puedes seguir scrolleando y quejándote de que el sistema está roto mientras contribuyes activamente a romperlo.

Tu decisión tiene consecuencias. Todas las tienen.

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Nuestro Antropoceno

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La avaricia arruina todas las cosas lindas

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